El cuervo blanco / Fernando Vallejo

Edici¢n especial Colecci¢n de actualizaci¢n bibliogr fica para la Red de Bibliotecas P£blicas del Ministerio de Cultura, Plan Nacional de Lectura y Escritura, Leer es mi cuento 20

Rufino Jos‚ Cuervo era un hombre ins¢lito: en el pa¡s de los doctores aspirantes a la presidencia ni era doctor ni aspiraba a nada. Por su familia hab¡a nacido para el poder, pero lo despreciaba. Aunque no pas¢ por la universidad y se ense¤¢ solo, lleg¢ a saber lo que nadie de este idioma. Dej¢ su pa¡s para no volver y se fue a Francia donde acometi¢ una obra colosal, el Diccionario de construcci¢n y r‚gimen de la lengua castellana, la empresa m s delirante de la raza hisp nica. Ignacio de Loyola, Teresa de µvila, Cort‚s, Pizarro, don Quijote y otros de su talla, comparados con ‚l son aprendices de desmesura. Friedrich August Pott, el gran lingista de su tiempo, en una carta en lat¡n que le escribi¢ desde Alemania lo llam¢ corvus albus, “el cuervo blanco”, aludiendo con la comparaci¢n a su apellido y a un ser excepcional entre de los de su especie, los del remoto y extra¤o pa¡s de los Andes. El Diccionario se le qued¢ inconcluso. Molesto tal vez porque un simple mortal en una m¡sera vida pretendiera abarcar tanto, todo un idioma, Dios no quiso que lo terminara. Quiso en cambio (designios suyos inescrutables) que este hombre puro, generoso y de alma grande entrara en su Gloria. El cuervo blanco incoa y lleva a feliz t‚rmino su proceso de canonizaci¢n. A san Rufino Jos‚ Cuervo se le puede rezar pues con devoci¢n y pedir con con