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La mujer de correría / Diana Carolina Gutiérrez.

Por: Tipo de material: TextoTextoEditor: Medellin, Colombia : Vasquez editores, 2021Edición: Primera ediciónDescripción: 64 páginas : ilustraciones; 18 cmTipo de contenido:
  • texto
Tipo de medio:
  • sin mediación
Tipo de soporte:
ISBN:
  • 978-958-49-3613-4
  • 9789584936134
Tema(s): Clasificación CDD:
  • C861 G984m
Resumen: La mujer de correría es el título que reúne estos poemas de Diana Carolina Gutiérrez (Medellín, 1995). No es “las mujeres” de correría ni “una mujer” de correría, es “la mujer” no como una universalidad homogénea sino como universo de diversidad, pues la mujer somos todas las mujeres. Estas palabras, pues, nos convocan a todas, nos invocan en ese trasegar por lugares inciertos. La palabra correría tiene principalmente dos acepciones, una de ellas enmarcada en el léxico militar: “Incursión o saqueo en territorio enemigo”. La que nos interesa en este caso es la que atañe a “andanzas y aventuras de alguien en distintos lugares regresando siempre a su morada”. Andanzas que solo pueden calificarse de aventuras cuando el desenlace es afortunado y se regresa intacta a la morada, ya que ser mujer y exponerse a la mirada ajena nos remite a contextos que están marcados por el acecho y, frecuentemente, por la hostilidad. Ser mujer que se moviliza desde su casa hacia el campo o la ciudad, -como es el caso de Diana-, es un encuentro con la mirada del otro. Esa mirada que nos pide algo, que se siente con el derecho de tomarnos en ofrenda. Sin embargo, este verso nos recuerda que: Esta no es una guerra Es una danza. Asistimos entonces a un llamado a celebrar nuestras diferencias en lugar de confrontarlas en campos adversarios. Cada mujer es diferente a todas las mujeres y en esa diversidad está nuestra fuerza, en romper todos los moldes que el sistema patriarcal y opresor nos ha querido imponer. Si no encajo exactamente en tus abismos ¿no soy acaso una mujer? Estos son versos que me llevan a indagar el camino, nunca sin misterio, de aquella afirmación lacaniana de que “la mujer es el Otro tanto para los hombres como para las mujeres”. Resonancia que encuentra eco en fragmentos como estos: “Yo soy todas las mujeres, ya lo he dicho” y “me gusta fabular que no existo, que soy otra”. Ese sentido de comunión con todas las mujeres transporta a la poeta a un yo poético en el que les da voz a aquellas hermanas que han sido silenciadas: cuerpos yertos, ultrajados y arrebatados a la vida: ¡Ya no el silencio! No seremos más apuñaladas por el símbolo. Adornadas y yertas Vestidas con malas palabras. Mujeres que, por haber dicho “no” –si acaso alcanzaron a pronunciarse- “ahora merodean el abismo”. Quedarnos calladas nunca ha sido un gesto de sumisión frente a la violencia, como todavía suele pensarse. El silencio frente al peligro es solamente una expresión del miedo pánico que puede invadirnos cuando la integridad y la vida están en riesgo. Nada de lo que callemos como víctimas le da poder ni justificación al opresor. Sujeto opresor a quien, con gran valentía, Diana le dirige estas preguntas: ¿Te gustaría que fuera más dulce? ¿más frágil? Más de li ca da mente silenciosa Hacerse este cuestionamiento es una invitación a participar en la conversación, a que seamos escuchadas, leídas y celebradas en nuestra otredad. Estas palabras, estos poemas, nos interpelan sin distinción de género o de orientación sexual. No podemos desprendernos de nuestra responsabilidad como seres políticos ni quedarnos indiferentes frente a un clamor que, en esta ocasión, nos llega por la vía de la poesía y del arte.
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Tipo de ítem Biblioteca actual Colección Signatura topográfica Copia número Estado Fecha de vencimiento Código de barras Reserva de ítems
Libro Libro BIBLIOTECA DEPARTAMENTAL JORGE GARCES BORRERO Literatura, Geografía e Historia LITERATURA, GEOGRAFÍA E HISTORIA (Cuarto piso) C861 G984m Ej. 1 Disponible 192760
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Incluye datos de autor en la solapa del libro.

La mujer de correría es el título que reúne estos poemas de Diana Carolina Gutiérrez (Medellín, 1995). No es “las mujeres” de correría ni “una mujer” de correría, es “la mujer” no como una universalidad homogénea sino como universo de diversidad, pues la mujer somos todas las mujeres. Estas palabras, pues, nos convocan a todas, nos invocan en ese trasegar por lugares inciertos. La palabra correría tiene principalmente dos acepciones, una de ellas enmarcada en el léxico militar: “Incursión o saqueo en territorio enemigo”. La que nos interesa en este caso es la que atañe a “andanzas y aventuras de alguien en distintos lugares regresando siempre a su morada”. Andanzas que solo pueden calificarse de aventuras cuando el desenlace es afortunado y se regresa intacta a la morada, ya que ser mujer y exponerse a la mirada ajena nos remite a contextos que están marcados por el acecho y, frecuentemente, por la hostilidad. Ser mujer que se moviliza desde su casa hacia el campo o la ciudad, -como es el caso de Diana-, es un encuentro con la mirada del otro. Esa mirada que nos pide algo, que se siente con el derecho de tomarnos en ofrenda. Sin embargo, este verso nos recuerda que:

Esta no es una guerra

Es una danza.

Asistimos entonces a un llamado a celebrar nuestras diferencias en lugar de confrontarlas en campos adversarios. Cada mujer es diferente a todas las mujeres y en esa diversidad está nuestra fuerza, en romper todos los moldes que el sistema patriarcal y opresor nos ha querido imponer.

Si no encajo exactamente en tus abismos

¿no soy acaso una mujer?

Estos son versos que me llevan a indagar el camino, nunca sin misterio, de aquella afirmación lacaniana de que “la mujer es el Otro tanto para los hombres como para las mujeres”. Resonancia que encuentra eco en fragmentos como estos: “Yo soy todas las mujeres, ya lo he dicho” y “me gusta fabular que no existo, que soy otra”. Ese sentido de comunión con todas las mujeres transporta a la poeta a un yo poético en el que les da voz a aquellas hermanas que han sido silenciadas: cuerpos yertos, ultrajados y arrebatados a la vida:

¡Ya no el silencio!

No seremos más apuñaladas

por el símbolo.

Adornadas y yertas

Vestidas con malas palabras.

Mujeres que, por haber dicho “no” –si acaso alcanzaron a pronunciarse- “ahora merodean el abismo”. Quedarnos calladas nunca ha sido un gesto de sumisión frente a la violencia, como todavía suele pensarse. El silencio frente al peligro es solamente una expresión del miedo pánico que puede invadirnos cuando la integridad y la vida están en riesgo. Nada de lo que callemos como víctimas le da poder ni justificación al opresor. Sujeto opresor a quien, con gran valentía, Diana le dirige estas preguntas:

¿Te gustaría que fuera más dulce?

¿más frágil?

Más

de li ca da mente

silenciosa

Hacerse este cuestionamiento es una invitación a participar en la conversación, a que seamos escuchadas, leídas y celebradas en nuestra otredad. Estas palabras, estos poemas, nos interpelan sin distinción de género o de orientación sexual. No podemos desprendernos de nuestra responsabilidad como seres políticos ni quedarnos indiferentes frente a un clamor que, en esta ocasión, nos llega por la vía de la poesía y del arte.

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